lunes, 17 de octubre de 2011

LA CRÍTICA ANTIMARXISTA ACTUAL: DEL INDUCTIVISMO VULGAR AL PENSAMIENTO CRÍTICO

LA CRÍTICA ANTIMARXISTA ACTUAL: DEL INDUCTIVISMO VULGAR AL PENSAMIENTO CRÍTICO
I
Pretendo explicar en este ensayo, de forma sencilla, el funcionamiento general de la ya más que clásica estrategia de negación del marxismo adoptada, en su mayoría, por antimarxistas directos (reaccionarios, capitalistas, anarquistas, etc.) y antimarxistas indirectos (en su mayoría capitalistas resignados, cuya curiosa “ideología” comentaremos en otro ensayo) Dicha conducta antimarxista, infantil, dogmática y autoritaria podemos denominarla inductivismo vulgar.
En esta primera parte expondremos, a modo de introducción, un ejemplo: partimos de una persona cualquiera llamada María. De todas las religiones del mundo, María conoce solo dos, el islamismo y el catolicismo. No se ha leído ni la Biblia ni el Corán, ni ha asistido a ninguna ceremonia de ambas religiones, ni ha leído algún documento primario acerca de estas (como pudiera ser San Agustín de Hipona) Aun así, María sí que ha oído, de otras personas (su profesor de historia, sus padres…) que han existido ciertas cosas relacionadas con catolicismo e islamismo. Le han hablado de la Santa Inquisición, sobre el Hiyab y el Burka, sobre la pederastia en sacerdotes católicos, y sobre los hermanos islámicos. Todos esos casos le parecen a María fenómenos genocidas, totalitarios y crueles, contrarios a los derechos humanos que ella defiende. El catolicismo y el islam, deduce María, son religiones genocidas y totalitarias. Las religiones, en consecuencia, son creencias totalitarias y genocidas, nada recomendables para una persona libertaria como María, que es, desde este momento, atea.
Un día, María conoce a un chico en la facultad, llamado Pedro. Pedro es creyente y, cuando María descubre este aspecto suyo, piensa automáticamente sobre el carácter horrible de esta sociedad, dónde todavía existen personas defensoras de los genocidios y los totalitarismos. Al expresar este pensamiento a Pedro, este argumenta que es hindú (¿Hinduismo? ¡¿Qué es eso?!). Esta afirmación deja un poco tocada a María, que no sabe lo que es el hinduismo. Sin embargo, usa la lógica rápidamente: el hinduismo es una religión, y las religiones son totalitarias y genocidas, luego el hinduismo es totalitario y genocida. Cuando explicó esto a Pedro, este se explicó enseguida. Le dijo a María que el bajo ningún concepto apoyaba esas atrocidades, sino que defendía otros aspectos relacionados con su religión. Mentira, pensó María, en realidad Pedro apoya esos actos, aunque dice no hacerlo para pasar por buena persona. Pedro la explica que bajo su ideología atea, a lo largo de la historia, se habían cometido también grandes atrocidades, como los experimentos médicos en personas que no los autorizaban o las agresiones de ateos a creyentes. María respondió a eso que, lógicamente y debido a que nada es perfecto, su ateísmo había cometido errores, pero que actualmente cada vez son menos frecuentes y que, en todo caso, se deben solucionar los errores que todavía permanezcan activos. Cuando Pedro le expone que esa argumentación también valdría para sus creencias hindúes, María le replica enfada que eso no es posible, porque las religiones son genocidas y totalitarias por naturaleza, es decir, que dichas cualidades son inherentes a esos valores, y que por lo tanto no podrán jamás remediarse. María muestra a partir de entonces un desprecio hacia toda persona creyente, ya que apoya el genocidio y los totalitarismos indiferentemente a sus deseos de revisar su religión, e independientemente a su tipo de religión o ideas personales.
Este ejemplo le parecerá al lector medio cuanto menos cómico, e incluso insultante. Se trata de un ejemplo general de inductivismo vulgar aplicado a las religiones. Es curioso que una gran mayoría de personas rechacen este método para la mayoría de los casos, como este, pero lo acepten y lo defienden para otros casos, como es el caso marxista. Para una opción les resulta cómico e insultante, para otra opción les parece lógico y coherente. Esta hipocresía descarada, o bien se pasa por alto, o bien no importa en absoluto. En las siguientes secciones, II y III, analizaremos de forma sencilla el funcionamiento teórico de este inductivismo vulgar y su aplicación al marxismo.
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II
            Pasemos ahora a enumerar y explicar teóricamente los componentes de este método inductivista vulgar, que son: simplificación, bi-direccionalidad y juicio a priori. Estos tres elementos forman en general el armazón básico de todo argumento inductivista vulgar, que suele a su vez estar recubierto por una maraña más o menos densa de autoritarismo ideológico, con el fin de que no se destruya la argumentación que, de por sí sola, no se sostiene.
            La simplificación es un acto que consiste en varios procesos generales (que evidentemente pueden variar, pero que se suelen dar en relación al tema de este ensayo) de búsqueda, interpretación y procesamiento de la información: Primero, la eliminación del espíritu de indagación, una ausencia que ya suele venir de serie, pero que, en todo caso, se traduce en un estudio superficial de la información, soliendo destacar tan solo aspectos básicos e ignorando, en muchos casos, el contexto y las relaciones entre los elementos del mismo y los del suceso. Segundo, el uso preferente de fuentes secundarias para la obtención de la información, en vez de fuentes primarias. Debido a esto y, junto al juicio a priori, que se explicará más adelante, la argumentación suele estar plagada de sesgos, incoherencias y mentiras que se solucionarían usando las fuentes adecuadas, pero que, como es evidente, no conviene que se solucionen para que no caiga el argumento. Tercero, eliminación de toda taxonomía, excepto la muy básica (en el caso del marxismo, la terminología más básica de todas es la única que se mantiene, pero incluso los conceptos de burgués, revolución o dictadura de clase, que son totalmente elementales y aparecen en cualquier diccionario marxista, son destruidos). Dicha terminología destruida suele ser, a veces, sustituida por otra terminología inventada, lo que se relaciona con el carácter autoritario de este método y no hace sino reforzarlo mediante demagogia barata y mentiras. Cuarto y último, reducción del total de opciones o categorías de un mundo de información ideológica a un grupúsculo de ideas seleccionadas por su mayor facilidad o interés para la argumentación (esto tendrá que ver con el juicio a priori que se explicará más adelante) La simplificación es un acto que de por sí no debe ser interpretado como algo dañino, ya que la realizamos la inmensa mayoría de nosotros en nuestros hábitos diarios. Sin embargo, usar este simplismo como arma crítica sí que merece respuesta, pues no es lo mismo que usarlo como medio rápido de búsqueda de información.
Por bi-direccionalidad se entiende un método de relación de elementos basados en la inducción (de ahí la calificación de “inductivismo”. El término “vulgar” lo he elegido en base al simplismo y los juicios a priori que adopta la persona que usa este método, actos de por sí contrarios a cualquier posición intelectual, antagónicos a esta y, por lo tanto, vulgares) Este término, “vulgar”, hace también referencia a la tergiversación del inductismo que hacen estos antimarxistas, y que no hace más que degradar una técnica ya de por sí degradada como el inductismo. Este método científico consiste, primero en la observación y asimilación de la información, para después realizar un análisis de esta. A continuación, se realiza lo que se conoce como salto inductivo, que consiste en derivar desde los hechos particulares estudiados hasta los hechos totales. Es lo que se conoce comúnmente por generalizar. Por último, se realiza un proceso de contraste entre los fenómenos específicos estudiados y los generales sobre los que se ha inferido. En este caso, los pasos dos y cuatro se eliminan mediante la simplificación, quedando entonces un derivado raquítico e incoherente del inductismo que he querido denominar bi-direccionalidad, pues solo conserva del inductismo, además de la observación inicial, el carácter bidireccional entre la información general y la información específica que se ha observado, es decir, el salto inductivo. Dicha información específica no tiene que ser siempre fruto de la simplificación (aunque suele serlo en muchos casos), sino que también puede ser consecuencia lógica de un primer contacto con una ciencia tan compleja como puede ser el marxismo.
Tenemos entonces que, desde una muestra inicial de información específica que nosotros hemos simplificado, se relaciona esa información específica con un conjunto de informaciones generales de forma bi-direccional, sin revisión alguna y sin análisis de ningún tipo. Es algo así como comprar un queso mohoso caducado en el mercado a propósito para deducir, tras probarlo, que todos los quesos tienen un mal sabor y son factores de riesgo para el padecimiento de enfermedades. Queda por último explicar qué entendemos por juicio a priori. Por juicio a priori he querido designar aquellas decisiones que se toman independientemente a la experiencia (un equivalente a la versión kantiana del mismo), o de la razón no universal. Es decir, entiendo juicio a priori como aquel que es emitido sin tener plena constancia de si lo que se dice es cierto. Esos juicios se suelen tomar en función de valores previos subjetivos procedentes de la educación o del contexto. Un ejemplo de juicio a priori es, por ejemplo, valorar positivamente a Ratzinger cuando uno está inserto en una familia católica y ha recibido una educación católica sin conocer nada de él. Los juicios a priori son necesarios, debido a la existencia en todos nosotros de prejuicios. Sin embargo, un juicio a priori a la hora de realizar una crítica seria no es aceptable de ningún modo. En el inductivismo vulgar, los juicios a priori determinan e influyen en todo el método, especialmente en determinados procesos de la simplificación como la selección de fuentes secundarias, que se seleccionan en función de si cumplen o no los juicios previamente existentes; la reducción de las opciones o complicaciones a unas pocas, en función de si esas pocas seleccionadas cumplen o no el valor del juicio emitido, etc.
Tenemos entonces que si hacemos coincidir estos tres actos en uno solo, obtenemos un método horroroso, para nada científico y para nada creíble. Los argumentos obtenidos mediante este método suelen ser en su inmensísima mayoría tan inestables que el autor de los mismos no tiene más remedio que mantenerlos mediante una conducta autoritaria, ya sea esta más o menos marcada o más o menos directa (ya comentaremos en otro ensayo las diferentes caras de este autoritarismo ideológico)
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III
Ya conocemos el funcionamiento teórico de este inductivismo vulgar. Solo nos queda aclarar, con ejemplos, el funcionamiento práctico de estos. Usaremos primero ejemplos inventados de aplicación de este fenómeno y, después, mencionaremos algún caso real.
Un caso muy típico y que se da numerosas veces entre las filas antimarxistas vulgares es el siguiente: un hombre llamado Luis parte de que el marxismo es una ideología genocida, porque así se lo han educado. Conoce a una serie de personas marxistas y decide criticarles. Recordemos que él tiene de antemano la visión de que el marxismo es una ideología que promueve el genocidio. Primeramente, Luis va a la biblioteca. En esta ve una serie de libros: “El manifiesto comunista” de K.Marx y F.Engels, “El Estado y la Revolución”, de V.I. Lenin (dos fuentes primarias), una serie de explicaciones resumidas del “El Capital” (fuentes secundarias). Luis hace caso omiso a todas estas fuentes, pues no le generan motivación alguna y no sirven a sus intereses, que ya están fijados de antemano. En un determinado momento, ve un libro muy vistoso llamado “El libro negro del comunismo”, que asegura desvelar los inmensísimos genocidios cometidos por el horrible sistema comunista soviético, cubano, chino, etc. Este libro sí interesa a Luis, de modo que lo lee. Dicha lectura la realiza de forma rápida y superficial, pues no le interesa perder tiempo y, en todo caso, tampoco contrasta la información. De este libro podría deducirse que el bolchevismo, el maoísmo y el castrismo causaron un gran número de muertes. Luis ignora estos términos taxonómicos, de modo que los sustituye por el término “comunismo”. Cuando lee sobre los gulags, por ejemplo, Luis realiza el mismo proceso: elimina el concepto taxonómico y lo sustituye por uno inventado. En los gulags, según su libro, murió gente, luego son campos de concentración. De ahí, Luis deduce algo así como que “esos regímenes comunistas practicaron genocidios en campos de concentración y mataron, por ejemplo, a más de 100 millones de personas”. Ahora, Luis deduce, “inteligentemente”, que los comunistas son genocidas asesinos. Los comunistas son marxistas, o eso cree Luis, luego la ideología marxista es genocida y defiende asesinar a millones de personas en campos de concentración. Evidentemente, los marxistas inteligentes con los que se enfrenta Luis le proporcionan infinidad de refutaciones a este “argumento”, pero paras Luis no vale nada más que aquello que confirme su hipótesis inicial del comunismo horrible. Aunque eso que lo confirme sea más horrible aún.
Cualquier práctica del inductivismo vulgar es fácilmente reconocible por alguien que conozca su funcionamiento. Suele haber una serie de argumentos prototípicos que son adoptados una y otra vez por estos inductivistas vulgares, muchas veces sin tan siquiera comprobar de dónde viene ese argumento. Así, se da el caso de inductivistas vulgares que repiten argumentos de inductivistas vulgares, y llegamos a argumentos tan tergiversados que resultan hasta graciosos. Podemos enumerar una serie de ejemplos de estos argumentos típicos que de seguro el lector se habrá encontrado ya o se encontrará si se inicia en la lucha intelectual:
1. El marxismo es una ideología genocida responsable de más de 100 millones de muertos.
2. El marxismo defiende que hay que quitar las casas y las pertenencias a las personas.
3. El marxismo defiende que todos tenemos que ser iguales y que nadie puede ser diferente a nadie.
4. El marxismo pretende quitar por la fuerza el dinero a todos para que todos seamos igual de pobres.
5. La dictadura del proletariado consiste en el ascenso al poder de un dictador que ejerce su dominio a la fuerza contra todo un país, causando miseria, muerte y represión.
6. El marxismo es dogmático.
Todos estos “argumentos” (y otros tantos que se quedan en el tintero) son típicos en cualquier conversación “de calle” sobre el marxismo. Los que los formulan los expresan como si de verdades absolutas se tratasen, defendiéndolos como una fuente de iluminación y cordura. Una verdad absoluta que no aplican a ningún otro sistema, por cierto. Pero en todo caso, una verdad peligrosa, ya que está basada en la nada, en la más profunda ignorancia y el más agudo simplismo.
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IV
¿Cuál debe ser, en mi opinión, la actitud de los marxistas ante estas situaciones? Hemos ante todo de distinguir al emisor de estos “argumentos”. Muchos inductivistas vulgares son oportunistas, cierto, pero esta actitud está siendo adoptada cada vez más por personas ignorantes. Se trata, en una gran mayoría de estos casos, de una actitud inoculada mediante la educación, por lo que la educación debe ser la única arma contra estas personas. El movimiento no puede arriesgarse a luchar violentamente contra ellas, pues ellas no son las culpables de su ignorancia, sino que es el sistema educativo pésimo y manipulador el causante de esta. Otro caso es el de los oportunistas descarados y los autoritarios socialdemócratas, anarquistas y de demás ideologías. Estos antimarxistas tienen por objetivo destruir el marxismo y cualquier rama o pensamiento relacionado con este a cualquier precio, incluso usando el engaño, como es el caso. Contra esos dictadores del conocimiento no hay otra opción que la de la lucha. Pero no una lucha física o de insultos y demás ladridos, sino una lucha intelectual. Una lucha que no es contra ellos, sino contra su sistema. Una lucha que consigue, por lo tanto, dos objetivos: frenar el avance de estos movimientos autoritarios (ideológicos) y difundir entre la población el marxismo y la conciencia de clases. Esta lucha debe ser una parte FUNDAMENTAL en la vida intelectual de cualquier marxista que se precie, y tan importante es que ocupa el título de este artículo. Esta lucha no es otra que la lucha por la destrucción del inductivismo vulgar en sustitución del pensamiento crítico. La lucha por la razón intelectual y contra el borreguismo burgués.
Esta lucha debe dirigirse a todos los inductivistas vulgares que se presten a ello, no importe de qué ideología sean (he observado esta conducta, ¡¡incluso en marxistas!! En este caso, la lucha debe ser más acentuada y cuidadosa. Hablaré de esta en otro momento) Es una lucha que debe realizarse despacio y con cabeza: no se trata de adoctrinar, sino de deliberar, de hacer ver a estas personas lo absurdo que es el camino que toman. Vuelvo a recordar la importancia de distinguir el emisor de dichos “argumentos” No tiene sentido embarcarse en batallas sin sentido contra antimarxistas vulgares que se sabe desde un principio que no se van a resolver. Es mucho más inteligente FOCALIZAR la lucha a aquellos elementos de los que tenemos esperanza obtener resultados. Una vez destruido el inductivismo vulgar, todas estas personas autoritarias contra las que he aconsejado no luchar caerán por su propio peso, y serán desvelados sus métodos y acusados por la población de oportunismo (algo parecido a lo que le ocurre al PSOE, que, una vez demostrado que sus métodos son oportunistas y falsos, ha caído por su propio peso)
Dicha lucha consiste en una labor meta-argumentativa y argumentativa al mismo tiempo. Debemos hacer conscientes a los inductivistas vulgares del error que supone usar los argumentos que usan, a la vez que falsamos estos por la fuerza de la razón. Debemos aprovecharnos para ello de todos los métodos que el sistema capitalista ha descuidado. El sistema ha creado una amplia red de comunicaciones que tenía como objetivo adormecer al pueblo, pero que puede y debe usarse como arma de doble filo para despertarle. Mediante Internet, mediante revistas, periódicos, panfletos, artículos, canciones, mediante cualquier método disponible de comunicación, y siempre con extrema delicadeza en lo que se dice, se debe iniciar YA la lucha marxista contra el inductivismo vulgar y a favor del pensamiento crítico, una lucha de valores, una lucha intelectual, por la revolución intelectual.
En nombre del marxismo científico, ¡destruyamos el inductivismo vulgar!

1 comentario:

  1. Buena lección de lógica básica, sencilla y pedagógica, y además con una utilidad práctica que se aleja del pensamiento abstracto, fantástico.

    ¡Saludos!

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